lunes, 13 de mayo de 2019

Tema: La sociedad costarricense en la primera mitad del siglo XX


Tema: La sociedad costarricense en la primera mitad del siglo XX
Introducción
El modelo agroexportador.
“¿es lícito confundir la prosperidad de una clase con el bienestar de un país?”
Eduardo Galeano.

El sueño de los grupos dominantes en la época colonial era la vinculación al mercado internacional con al menos un producto, para eso nos entrenaron los españoles, para que no viéramos más allá de la realidad, se atacaba la producción para el mercado local, las inversiones se daban para los productos que iban hacia el mercado mundial.

No es de sorprendernos por tanto que las elites políticas y económicas que salieron de la independencia buscaran de cualquier modo posible un producto que nos vinculara al mercado mundial, como si ese fuese nuestro único destino económico posible. El café, cumplió las expectativas de las clases dominantes e hicieron que surgiera una nueva burguesía ligada al capitalismo agrario.

Por supuesto q ue antes de la llegada del café a nuestro territorio, se trato de probar la vinculación al mercado mundial con la minería en los Montes del Aguacate, pero esta no fue lucrativa, para un grupo social que buscaba una riqueza fácil y rápida, también sucedió lo mismo con el palo de brasil, el cual se exportó en un primer momento hacia el extranjero, pero la disminución del árbol produjo una notable disminución de los ingresos para las elites locales.

Con la exportación del café primero a Chile y luego a Gran Bretaña la clase dominante costarricense vio su sueño consolidado, el mercado mundial brindó una gran acogida al café costarricense, pero ¿sería para siempre y con buenos precios? Por supuesto que no, pero eso no importaba a las clases dirigentes, que se convirtieron en las mejores imitadoras de las culturas europeas de los países más “civilizados” de la época.

El mercado internacional era muy inestable con los precios del producto, era escandalosamente injusto lo que pagaba por las materias primas de nuestros países y lo que cobraba por sus productos ya acabados. Pero esa misma injusticia se aplicaba dentro del país, para las relaciones entre los grandes empresarios y exportadores del café costarricense y los trabajadores asalariados y pequeños campesinos.

La burguesía cafetalera se adueño del Estado costarricense, como sucedió en toda América Latina con cada una de las burguesías nacionales, y pusieron al estado a su servicio, hipotecaron la independencia nacional a un solo producto, a lo sumo dos, y desde allí construyeron su modelo de “desarrollo” que tenia como objetivo extraer la mayor cantidad de ganancia a la tierra y al trabajador. “El café, entre 1850 y 1890, representaba alrededor del 90 por ciento del valor de la exportación total de Costa Rica y desalentó su diversificación económica”.[1] 

El cultivo del café no sólo llegó a nuestro país. “Centroamérica se transformó. De sus plantaciones recién nacidas provenía, hacia 1880, poco menos de la sexta parte de la producción mundial de café. Fue a través de este producto como la región quedó definitivamente incorporada al mercado internacional.”.[2]
Como vemos no sólo era Costa Rica, también las demás clases dominantes del área centroamericana soñaban con incorporar sus países al mercado mundial, “fuente de prosperidad y crecimiento” ¿no se sabe para quién?  Nuestros países se hipotecaron a un sólo producto y a un sólo país comprador, a lo sumó dos o tres.

A los compradores ingleses sucedieron los alemanes y los norteamericanos; los consumidores extranjeros dieron vida a una burguesía nativa del café, que irrumpió en el poder político…”.[3] Estos se valieron de su control del Estado para establecer leyes en contra de la propiedad comunal y de la “vagancia”, se llevó a la fuerza a miles de centroamericanos a los cafetales o grandes plantaciones, muchos de ellos latifundios, a laborar en el naciente modelo de exportación que necesitaba de la privatización de la tierra y de la mano de obra.

La especialización agrícola, dictada desde fuera, despertó el furor de la apropiación de tierras y de hombres: el latifundio actual nació, en Centroamérica, bajo las banderas de la libertad de trabajo”.[4] Pero debido al injusto intercambio en la repartición de los panes y los peces, “En ningún momento, todo a lo largo del siglo transcurrido desde entonces, los períodos de altos precios se hicieron notar sobre el nivel de los salarios, que continuaron siendo retribuciones de hambre sin que las mejores cotizaciones del café se tradujeran en aumentos. Éste fue uno de los factores que impidieron el desarrollo de un mercado interno de consumo en los países centroamericanos”.[5]

Se desprestigio el cultivo de productos de subsistencia, sólo era rentable lo que se podía exportar, eso decían, eso dicen hoy, la agricultura para el mercado interno quedó reducida a una escasez constante de granos básicos, que hubiese hecho que los menos favorecidos no se cayeran de muertos. Las clases dominantes nos enseñaron a bendecir los productos que se exportar y a sacrificar la producción interna de granos básicos ya que no es rentable para el mercado mundial.

Y si un producto no es rentable para el mercado mundial no se protege, así vemos que las vías de comunicación que se construyeron dentro de cada nación fueron para sacar los productos de exportación de sus lugares de producción hacia los puertos, jamás se construyeron vías de comunicación para poner en contacto a los productores de granos básicos con el mercado local.

La vía al Atlántico y la vía a Puntarenas, junto a la fracasada vía a Matina que intentó construir el dictador Braulio Carrillo a partir de 1830 son un fiel reflejo de ello, el Estado sólo financió las vías de comunicación que sirvieran al capital nacional de la exportación, además no es de extrañar, ellos eran los dueños del Estado desde que se lograron vincular al soñado mercado mundial.

Las grandes deudas externas se iniciaron en nuestro país para servir al capital de la exportación, ejemplo de ello es la vía al Atlántico, que buscaba sacar el café por el Caribe y ya no sólo por Puntarenas, en el Pacífico. Del préstamo solicitado sólo una tercera parte llegó a nuestro país. La obra no se pudo terminar por la enorme corrupción y falta de recursos al carecer del dinero necesario.
Ese fue el camino del fin para que en nuestro país penetrara el capital norteamericano y su explotación irracional del medio ambiente y de la mano de obra con los enclaves bananeros. Pero esos enclaves no sólo aparecieron en nuestro país, fue la suerte o la desgracia de varios países de Centroamérica,

Desde principios de siglo aparecieron también, en Honduras, Guatemala y Costa Rica, los enclaves bananeros. Para trasladar café a los puertos, habían nacido ya algunas líneas de ferrocarril financiadas por el capital nacional. Las empresas norteamericanas se apoderaron de esos ferrocarriles y crearon otros,  exclusivamente para el trasporte de banano desde sus plantaciones, al tiempo que implantaban el monopolio de los servicios de luz eléctrica, correos, telégrafos, teléfonos y, servicio público no menos importante, también el monopolio de la política”.[6]

En nuestro país “el valor de las exportaciones de banano igualó al del café en la década de 1910. El apogeo de la actividad se ubicó entre 1890 y 1914”.[7] Pero como el café, el banano también fue de precio inestable, y las grandes ganancias se las llevo el capital transnacional de la United Fruit Company al Estado que hipoteco nuestras tierras sólo le quedó una pequeñísima parte de un impuesto escaso que cobraba, a los trabajadores les quedaron las tierras aniquiladas y los salarios de hambre y la represión ante la protesta justa, ya que también el Estado y la compañía habían comprado a la policía.


[1] Botey, A. (2002). Costa Rica. Desde las sociedades autóctonas hasta 1914. San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica.
[2] Galeano, E. (2006). Las venas abiertas de América Latina. Buenos Aires: Siglo XXI editores.
[3] Ibíd., pp. 140.
[4] Ibíd., pp. 140.
[5] Ibíd., pp. 140.
[6] Ibíd., pp. 141.
[7] Botey, A. (2002). Costa Rica. Desde las sociedades autóctonas hasta 1914. San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica.

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